Andrómaca
(Ανδρομάχη)

25 de octubre de 2004

John Keats - "Lamia" (1819)

Hace un poquito más de un año mi amiga Ann me contó que había leído un poema de John Keats y quedó tan fascinada que me lo pasó.
A mí también me encantó, y como andaba con poco trabajo en la oficina, de a poco iba traduciéndolo. Es mi "inconcluso"... algún día juntaré coraje nuevamente y me le animaré otra vez.


Lamia: Demonio femenino de la mitología clásica que devora niños. Según los mitos más antiguos, era una reina de Libia amada por Zeus. Cuando Hera comenzó a robarle los hijos nacidos de esta unión, Lamia mataba a cualquier niño que se cruzara en su camino. También se la conoce como un monstruo que toma la forma de una mujer hermosa que seduce a los hombres y luego los devora.


Hace tiempo, antes de que la casta de las hadas
Echara a Ninfas y Sátiros de los prósperos bosques,
Antes de que la brillante diadema del rey Oberon,
Su cetro y su manto, tachonados de radiantes gemas,
Ahuyentasen a las Dríadas y los Faunos
De los verdes, los helechos y prados de prímulas,
El siempre cautivante Hermes vacante dejó
Su trono dorado, [bent warm on amorous theft]:
Del alto Olimpo robó la luz,
De este lado de las nubes de Júpiter, para escapar a la vista
De este gran emplazador, y se retiró
A un bosque en las costas de Creta.
Pues en algún lugar de esa isla sagrada moraba
Una ninfa, ante quien todos los Sátiros se arrodillaban
Ante cuyos blancos pies los lánguidos Tritones echaban
Perlas, mientras que en la tierra se marchitaban y adoraban.
[Fast by] los manantiales donde solía bañarse,
y en aquellas praderas donde ocasionalmente deambularía,
había esparcidos exquisitos regalos, desconocidos para cualquier Musa,
aunque el cofrecito de los caprichos estaba abierto para poder elegir
Oh, qué mundo lleno de amor se encontraba a sus pies!
Y Hermes pensó, y un calor celestial
Subía desde sus talones alados hasta sus orejas,
Que de una blancura pálida como el lirio
Entre sus dorados cabellos se sonrojaron como las rosas,
Que caían en celosos bucles sobre sus desnudos hombros.
De val en val, de bosque en bosque voló,
Respirando sobre las flores su nueva pasión,
Y siguiendo serpenteantes ríos hasta su naciente,
Para encontrar donde esta dulce ninfa armaba su secreto lecho:
En vano fue; pues la dulce ninfa no hallábase en ningún lugar,
Entonces descansó, sobre el solitario suelo,
Pensativo, y atormentado por dolorosos celos
De los dioses del bosque, y hasta de los árboles mismos.
Mientras allí se encontraba, escuchó una voz que se lamentaba,
Tal como una vez escuchó, que en el noble corazón destruye,
Todo el dolor excepto la piedad: así hablaba la voz:
“¡Cuándo me levantaré de esta tumba de coronas de flores
“Cuándo me moveré en dulce cuerpo apto para la vida,
“Para el amor, el placer y la lucha vigorosa
“De los corazones y los labios! ¡Oh, pobre de mi!”El dios de pies alados, se deslizó silenciosamente
Entre árboles y arbustos, peinando suavemente en su rápido avance,
Los altos pastos y las hierbas en flor,
Hasta que encontró una serpiente palpitante,
Brillante y enroscada sobre un negruzco helecho.

Era una figura gordiana de color deslumbrante
Con manchas en bermellón, dorado, verde y azul
Rayada cual cebra, pecosa cual leopardo
Sus ojos cual pavo real, y todo listado en carmesí;
Y llena de lunas plateadas que, cuando ella respiraba,
Se desvanecían o brillaban aún más o entretejían
Sus brillos en los tapices más sombríos –
Y del lado del arco iris, teñida de desdichas,
Parecía, al mismo tiempo, una dama élfica penitente,
Una suerte de amante del demonio, o el demonio mismo.
Sobre su cresta llevaba una tenue llama
Salpicada de estrellas como la diadema de Ariadna:
Su cabeza era de serpiente pero, oh, tan agridulce!
Tenía la boca de una mujer completa con sus perlas:
Y en cuanto a sus ojos: ¿qué podían hacer esos ojos
Excepto llorar y lamentar haber nacido tan bellos?
Así como Proserpina aún derrama lágrimas por su Sicilia
Su garganta era de serpiente, pero las palabras que hablaba
Salían como burbujeante miel, por amor al Amor,
Y así, Hermes se apoyaba en la punta de sus alas,
Cual halcón abatiéndose antes de tomar su presa.

“Dulce Hermes, coronado de plumas, que aleteas suavemente,
“Anoche he tenido un maravilloso sueño contigo:
“Te veía sentado, en un trono de oro,
“Entre los dioses, en el viejo Olimpo,
“El único triste; pues no habías oído
“Cantar a las suaves Musas de dedos luctuosos,
“Ni siquiera Apolo cuando cantaba solo,
“Sordo a la extensa y melodiosa lamentación de su temblorosa garganta.
“Soñé que te veía, arropado entre copos de púrpura,
“Asomándote amoroso entre las nubes, así como raya el día,
“Y rápidamente, como un brillante dardo de Febo,
“Te diriges a la isla cretense; ¡y aquí estás!
“Gentil Hermes, ¿has encontrado a la doncella?”
A lo cual la estrella de Leteo no demoró
Su alegre elocuencia, e inquirió:
“Tú, serpiente de suaves labios, ¡seguramente de gran inspiración!
“Tú hermosa corona de flores, de ojos melancólicos,
“Posees cualquier dicha en la que puedas pensar,
“Con sólo decirme adónde ha huido mi ninfa,
“¡Dónde respira!”
“Brillante planeta, así has hablado, respondió la serpiente,
¡pero haz un juramento, mi dulce dios!”
“¡Lo juro, dijo Hermes, por mi báculo de serpiente,
“Y por tus ojos, y por tu corona tachonada de estrellas!”
Rápidas volaron sus cándidas palabras, sopladas entre los pimpollos.
Y una vez más la femenina brillantez:
“¡Muy débil de corazón! pues esta perdida ninfa tuya,
“Deambula libre como el aire, invisible,
“En estas praderas sin espinas; sus placenteros días
“Disfruta sin ser vista; invisibles sus ligeros pies
“Dejan rastros sobre el pasto y las dulces flores;
“De los cansados zarcillos y las verdes ramas inclinadas,
“Invisible recoge los frutos, invisible se baña:
“Y gracias a mis poderes su belleza se oculta
“Para que no sea ultrajada, atacada
“Por las miradas amorosas de los ojos poco amables
“De los Sátiros, los Faunos, y turbios suspiros de Sileno.
“Descolorida su inmortalidad, por su aflicción
“Ante estos amantes se lamentaba
“Entonces de ella me compadecí, [hice mi oferta]
“Su cabello [in weird syrops], que mantendrían
“Oculto su encanto, pero libre
“Para pasear como desee, en libertad.
“Tú la contemplarás, Hermes, sólo tú,
“¡Si concedes, como has jurado, mi dádiva!”
Y una vez más, el hechizado dios comenzó
Su juramento, y a los oídos de la serpiente sonó
Cálido, tembloroso, fervoroso, como un salmo.
Arrebatada, levantó su cabeza de Circe,
Ruborizada casi en color morado, y en rápido ceceo dijo,
“Yo era una mujer, déjame tener una vez más
“La forma y el encanto de mujer que una vez tuve.
“Amo a un joven de Corinto. ¡Oh, que felicidad!
“Devuélveme mi forma humana, y llévame donde está él
“Agáchate, Hermes, déjame soplar sobre tu frente,
“Y verás a tu dulce ninfa”
El dios alado descendió sereno,
Ella sopló sobre sus ojos, y pronto se vio
A la custodiada ninfa apenas sonriendo sobre el verde.
No era un sueño; o digamos que era un sueño
Real, como los sueños de los dioses, y que suavemente se suceden
Sus placeres en un largo sueño inmortal.
Un momento cálido, vigoroso, puede desvanecerse
Ante la belleza de la ninfa del bosque, entonces creó
Un rayo sobre el inmaculado verdor, se volvió
Hacia la desfalleciente serpiente, y con lánguido brazo,
Delicadamente, puso a prueba su caduceo.
Hecho esto posó sus ojos sobre la ninfa,
Llenos de lágrimas de adoración y lisonja,
Y hacia ella se dirigió: ella, cual luna menguante,
Se desvaneció ante él, encogiéndose no puedo contener
Sus sollozos de temor, doblándose como una flor
Que se encoge sobre sí misma al anochecer:
Pero al tomar el dios su helada mano,
Ella sintió el calor, sus párpados de abrieron,
Y cual nuevas flores ante el zumbido matinal de las abejas,
Floreció y dio su miel hasta la última gota.
Hacia los verdes bosques huyeron;
Y no palidecieron como lo hacen los amantes mortales.

Allí abandonada, la serpiente comenzó
A cambiar; su sangre mágica enloqueció,
Hubo espuma en su boca, y el pasto con esto salpicó,
Marchitándolo con un rocío tan dulce y virulento;
Sus ojos fijos en su tortura, y el lóbrego tormento,
Calientes, vidriosos y abiertos, con las pestañas chamuscadas,
Lanzaban luminiscencias y chispas, sin una lágrima refrescante.
Todos los colores encendidos en todo su cuerpo,
Se retorcían convulsos con escarlata dolor:
Un profundo amarillo volcánico ocupó el lugar
De toda la suave gracia alunada de su cuerpo;
Y, como la lava arrasa la pradera,
Arruinó su plateada cota de malla y dorado bordado;
Oscureció todas sus pecas, sus manchas y rayas,
Eclipsó sus lunas crecientes, y arrasó con sus estrellas:
Y en pocos momentos fue despojada
De todos sus zafiros, esmeraldas y amatistas,
Y brillantes rubíes: de todos ellos privada,
Todavía brillaba su corona; que se desvaneció, también ella
Se derritió y desapareció repentinamente;
Y en el aire, su nueva voz sonando suave como un laúd,
Llamó, “¡Lucio, gentil Lucio!”... Abandonada en lo alto
Con las brillantes neblinas entre la blancura de las montañas
Estas palabras se desvanecieron: los bosques de Creta no escucharon más.






4 Comentarios:

A la/s 2:35 p. m., Anonymous Anónimo dijo...

ojo con los griegos que eran muy fiesteros... empezas leyendolos y terminas entubado/a

 
A la/s 3:39 p. m., Anonymous Anónimo dijo...

Ah, el mensaje anterior lo mande yo...

Martin

 
A la/s 9:14 p. m., Blogger Gabs dijo...

Bichi, gracias por la aclaración!

 
A la/s 4:57 p. m., Blogger Omega dijo...

Señor, le agradecería infinitamente una traducción integra de este poema. Encontrarlo en español se me ha vuelto imposible, y los únicos fragmentos que de el tengo, son los vuestros.
Saludos.

 

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